Y ya no me senté nunca más y abandoné mi calvario y mi adorada sillita de mimbre y me sumergí en el caos de la misma vida, olvidé a la muerte, olvidé a la misma vida, olvidé mi nombre vive dios, a donde vas me preguntaron, lejos de las 12.000 horas, exclamé avergonzada, nadie me salvó, solo la sillita se apiadó de mi, de mi lunar en la espalda y de mis vergonzosas carnes.
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