lunes, 26 de enero de 2015

12.000 horas y el sentido de la vida

Habían pasado unos años, no muchos cuando la sillita empezó a protestar, protesto un rato y la lleve al medico que le receto vitaminas y un complejo de amigos que se reunieron a su alrededor, se vieron en las avenidas y se saludaron como pudieron, no la dejaron sola, nadie pensó en ella, nadie pensó en mi, solo pensó la sillita que la habían abandonado, paso el invierno, paso el verano, se sintió tan abandonada que se caso con un sillón del comedor, tuvieron sillitas de mimbre y un butacon de madera y fueron felices y yo pude descansar en paz, es un suponer.

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